El amor es una fuerza que el creador del universo hizo descender hasta la realidad material inerte y oscura con el fin de que los habitantes de nuestro mundo retornasen a Él.
El descenso del amor a las tinieblas provocó que los oídos sellados se abriesen a un despertar que tenía el signo del verdadero gozo, pues el amor es deleite. Y con este despertar al amor, en el mundo ingresó la posibilidad de volver a la realidad divina. Dicho mundo antes de este despertar no era más que materia muerta, la cual a partir del advenimiento del amor despertó a la vida. Y es desde entonces que el mundo ha ido hacia la fuente divina del amor, sin embargo, ha seguido caminos errados, transitando derroteros equivocados o quiméricos. Porque la mayor parte ha buscado el amor careciendo de un concepto claro de lo que éste es, confundiéndolo con multitud de fuerzas muy lejanas al verdadero amor.
Todo ser humano ha buscado este principio de unidad , porque el espíritu humano ha estado siempre reclamando por la realización y el éxtasis que sólo el poder del amor otorga. Pero la mayor parte ha fracasado en alcanzarlo. Sin embargo, cuando un mundo ha llegado a tornarse consciente , abierto al amor real, divino, el Creador mismo ha respondido derramando sin límites su amor sobre ese mundo.
Al comienzo de la creación, el poder del amor estaba constituido por dos movimientos, dos polos complementarios del impulso hacia la unión. Por una parte, estaba el poder de atracción supremo y, por otra, la necesidad irresistible de una entrega absoluta de sí. Ningún movimiento, excepto el del amor, podía cubrir el abismo que se abrió cuando en el ser individual la conciencia se separó de su punto de procedencia originario y se tornó inconciencia.