jueves, 7 de febrero de 2013




Aprendí con el maestro de los maestros que el arte de pensar es el tesoro de los sabios. Aprendí un poco más a pensar antes de reaccionar, a exponer - y no imponer - mis ideas y a entender que cada persona es un ser único en el escenario de la existencia.
Aprendí con el maestro de la sensibilidad a navegar en las aguas de la emoción, a no tener miedo del dolor, a buscar un profundo significado para la vida y a percibir que en las cosas más simples y anónimas se esconden los secretos de la felicidad.
Aprendí con el maestro de la vida que vivir es una experiencia única, belíssima, pero brevíssima. Y, por saber que la vida pasa tan rápido, siento necesidad de comprender mis limitaciones y aprovechar cada lágrima, sonriza , éxito y fracaso como una oportunidad preciosa de crecer.
Aprendí con el maestro de la comprensión que comprender al ser humano es muy difícil, por los constantes cambios y alternancias de comportamiento, muchas de las veces ingratos, pero debo comprender e intentar de todos los modos hacerlos volver a la razón y al prumo.
Aprendí con el maestro de la paciencia a esperar y perseverar siempre, pues cada ser humano y cada situación tiene su tiempo de eclosión.
Aprendí con el maestro de la humildad a pedir disculpas cuando erro, pues también soy humano y falible, aprendí a respetar el niño, los ancianos, las mujeres, las diversidades de nuestro mundo, pues somos todos hijos de un mismo dios y, por lo tanto hermanos.
Aprendí a no renegar y de la misma forma a bajar la cabeza en respeto aquellos que tienen sabiduría y experiencias   vividas, porque gracias a todos esos que nosotros existimos.
Aprendí a  jamás desacreditar del maestro de los maestros y saber que siempre seremos probados por su compañero fiel, exu.aprendí que siempre, después de la tempestad viene la calma , que para que actúe la luz es preciso existir la oscuridad, y que nunca mi maestro me deja sólo.
 Él sólo permanese  de lado a la esperar mi pedido de socorro, e inmediatamente, viene en mi auxilio.
Aprendí con el maestro del perdón a perdonar, con límites, pues el ser humano es falso, y por eso es humano, y siempre dar oportunidades de que esos fallos sean corregidos, y si  aún así que no fueran, saber tener paciencia en dar siempre más una oportunidad para el acierto de cuentas final y final.
Aprendí con el maestro del amor que la vida sin amor es un libro sin letras, una primavera sin flores, una pintura sin colores.
Aprendí que el amor calma la emoción, tranquiliza el pensamiento, incendia la motivación, rompe obstáculos intrascendentes y hace de la vida una agradable aventura, sin tedio, angustia o soledad. Por todo eso orunmilá, el gran maestro del universo y de las existencias, se hizo, para mí, un maestro inolvidable.

Finalmente, aprendí con el maestro de los maestros a trillar mi camino en la tierra siempre de cabeza ergida , pues siendo discípulo de él, tengo que recoger siempre el perfeccionamiento de mi existencia y mostrar al mundo la grandiosidad de esas enseñanzas del gran maestro orunmilá.aprendí y aún aprendo...todos los días...hasta el final de mi vida.

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